Lo fugaz y lo permanente.

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«¿Por qué viven tan poco las luciérnagas?». Algo así dice en un momento dado uno de los personajes de una de las películas que disfrutamos hoy en familia; después de todo, los fines de semana se prestan de una manera muy particular para eso de compartir ficciones. Si no han visto La Tumba de las Luciérnagas, no se preocupen, no contaré nada más de la película. Si ya la vieron, tampoco se preocupen, no la recomendaré sin decir que es una película que difícilmente deja indiferente a quien la ve, que no es para niños pequeños y que no es para cualquier espectador, pues además de sentimiento exige reflexión.

Yo me quedé pensando precisamente en lo fugaz y lo permanente, en cómo los momentos se nos pueden escapar sin que los aprovechemos, sin que los sintamos en plenitud o los compartamos al 100% con las personas con las que los vivimos. No importa si son momentos felices o difíciles, vamos pasando de uno a otro y de cada uno de ellos podemos ir aprendiendo algo. Sentir y pensar con detenimiento a veces nos muestra con mayor claridad el tipo de conexiones que hacemos con los otros y con nosotros mismos. Un poco de calma, una pausa bien aplicada, muchas veces hace que duren un poco más los momentos, o si no los hace más duraderos por lo menos los hace más disfrutables y memorables. Quién sabe, a lo mejor lo único permanente en un principio pareció fugaz.

GLM

 

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