Esto No Es Una Plaza Pública.

Plaza Facebook

Tiene algunas características que la hacen parecer así. Aquí podemos platicar con nuestros amigos y familiares, nos cuentan o nos muestran historias, chismes y alguna que otra noticia o artículo que puede o no tener fundamento. Aquí podemos pasar nuestro tiempo de ocio observando o comentando lo que vemos.

Pero no, Facebook no es una plaza pública, es una red social en las que estamos y participamos voluntariamente y que, en sentido estricto, es una clase de espacio (virtual) privado al que nos invitan a pasar para que mientras platicamos, nos relacionamos o simplemente vemos, nos puedan vender algo y, al parecer, también estudiarnos como personas y sociedad. Es una mezcla entre panóptico y laberinto, entre cárcel y centro comercial, que muy probablemente no imaginó Jesús Ibáñez cuando escribió su artículo Madrid-2: dos ciudades a elegir, en el que comparaba una cárcel y un centro comercial que tenían el mismo nombre. En ese artículo, que recomiendo mucho leer, hay perlas como la siguiente:

«El capitalismo de producción programa nuestras actividades de producción (produce productores), el capitalismo de consumo programa nuestras actividades de consumo (produce consumidores).»

Todo esto viene a cuento porque en estos días ha habido mucho revuelo sobre algunos cambios que introdujo Facebook en las «historias» y noticias que nos muestra cuando entramos en esta red. Si uno lee el comunicado de Mark Zuckerberg, así como alguna de sus entrevistas y el comunicado del director de News Feed, pareciera que hay una buena intención detrás de estos cambios, la idea es privilegiar las publicaciones y las interacciones que tengan más sentido, algo que suena bien hasta que tomamos en cuenta que este mayor sentido se establece con base a sus parámetros.

Así que estos cambios sobre los que rápidamente se quejaron algunos mercadólogos, en parte con razón, a los que otros reaccionaron intentando adaptarse a esta nueva forma de vender en esta red social, pueden ser una manera de admitir su poder e influencia más allá de internet, una especie de mea culpa sobre una influencia que quizá no pretendían tener, como ser un medio que influyó de manera contundente en los resultados electorales de su país o el reconocimiento de que no debió asumirse como una plataforma para facilitar movimientos democráticos.

Quizá hasta sea una forma en la que intentan redimirse. Pero, ¿podrán hacerlo? Umair Haque, economista autor de The New Capitalist Manifesto, cree que no, pues para él la red social llegó a un callejón sin salida que la obligaría a cambiar la manera en que la red genera ingresos si es que en verdad quiere transformarse. Por otra parte, ¿los que participamos en ella queremos y podemos participar en este cambio?, a veces parece que sí, pero muchas otras no.

En ocasiones parece que preferimos espacios semiprivados o semipúblicos en los que esté sumamente normado cómo participar, en los que haya sobre todo gente como uno, y en los que podamos eludir la responsabilidad de estar ahí, pues no olvidemos que también nosotros tenemos que ver en lo que esta red se ha convertido, algo que Stevan Dojcinovic (editor en jefe del medio serbio independiente KRIK) reconoce que ha sucedido en su gremio:

«Nosotros, los periodistas, también tenemos algo de responsabilidad al respecto. Utilizar Facebook para llegar a nuestros lectores siempre ha sido conveniente, así que invertimos tiempo y esfuerzo para generar una presencia ahí, con lo que ayudamos a convertirlo en el monstruo que esa red es hoy en día.»

¿Qué pasa si Facebook no quiere cambiar realmente? Creo que en ese sentido la respuesta es más sencilla, nos podemos salir de ella. Después de todo, como bien señaló  Jesús Ibáñez:

«No hay regla de juego que asegure la libertad si no queda asegurada la libertad de cambiar de regla de juego.»

GLM

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